Cuando el líder del Consejo Coordinador Empresarial, el regimontano Carlos Salazar Lomelí, abandonó su discurso complaciente hacia el gobierno de la Cuarta Transformación, y acusó directamente al Presidente López Obrador de cerrar la puerta y dejar fuera al sector empresarial del plan emergente para enfrentar el Covid-19 y la crisis económica que ya se vive, todos, hasta los más despistados se preocuparon.
Frente a una crisis de salud inédita en la historia reciente, y un problema económico-laboral de dimensiones incalculables, el gobierno no puede pelearse con los hombres del dinero que mueven la economía del país. Un divorcio o un pleito entre ambos, perjudica a los más vulnerables.
En las reglas del poder, el gobierno ejerce el poder político y el empresariado ejerce el poder económico, y aunque en los últimos años, en México, poder político y poder económico se entrelazaron tanto que llevaron al país a altos niveles de corrupción, ahora, con las nuevas reglas de la 4T, los dos deben caminar de la mano; sino en armonía, están obligados hacer causa común para sacar adelante al país de este gran problema sanitario que enfrenta.
El presidente López Obrador, dicen los expertos, está estirando demasiado la cuerda y está exponiendo al país a situaciones de altísimo riesgo; seguir polarizando o ideologizando las acciones de gobierno, no es lo correcto. Alguien le tiene que decir al Presidente que la ruta de la confrontación, tampoco es la opción. ¿Pero quién se lo puede decir, si a nadie le hace caso?. Carlos Salazar Lomelí, era el empresario, fuera del gobierno, en el que más confiaba el Presidente. Era el interlocutor que empataba criterios entre la IP del país y el gobierno, ¿pero qué pasó?.
«No es nuestra culpa que nuestras ideas no hayan sido aceptadas. Sentimos que se nos cerró una puerta, pero vamos a tocar las necesarias y abrirlas, tratando de convocar a la solidaridad y fraternidad para proteger empleos y a las empresas más pequeñas», dijo en tono molesto Carlos Salazar, cuando vio que el Presidente López Obrador los mandó por un tubo.
Todos están preguntando en donde está Alfonso Romo, el otro regiomontano que puede hacer entrar en razón al Presidente. En Nuevo León, «Poncho» no es santo de la devoción de muchos empresarios regios, pero creen que este es el único puede evitar que la cuerda se rompa y el país se polarice más.
Cuando empezaron los jaloneos, entre los empresarios y el Presidente, hubo muchos mensajes de alerta para «Poncho» Romo, en los que se le pedía actuar, pero la respuesta fue el silencio. «Poncho solo ve por él y sus intereses, por eso va a este siempre al lado del Presidente», dicen unos. Pero otros aseguran que está en un verdadero dilema, porque siempre se le consideró el canal de comunicación más efectivo que tenían los empresarios en el gabinete del Presidente.
«Poncho» tiene dos opciones, opinan: Pasar a la historia del sexenio como el salvador de este crisis, o renunciar. Las dos caminos le salvarían la reputación, que al menos en Nuevo Leon, está muy cuestionada.